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28 mayo, 2013

Esperanza.

Perder la esperanza, después de todo, no es tan grave como se cree. O al menos no es tan grave como yo creía.

Las creencias suelen tener una raíz, que en nosotros se generan por los mas diversos motivos, en nuestros primeros años, cuando como esponjas absorbemos todo en cuanto sucede a nuestro alrededor. Por ese entonces, tenía un poco mas de pelo que hoy (no mucho mas), hablaba un poco menos, y escuchaba mucho mas. Tal vez esa fue la tierra en la que ese miedo a la perdida de esperanza fue sembrado. Es que escuchar, nos abre a conocer, es decir, a poder ver mas de lo que las palabras dicen, pero a mi corta edad, escuchar era mas bien un automatismo que una acción consciente, por lo tanto, las palabras entraban a raudales en mi aún blanda cabeza y se acomodaban donde les era conveniente.

Así la comunicación, me mostró desde un principio la mas vil de sus falencias, nadie tiene en cuenta al oyente. Todos hablamos (o escribimos, en mi caso) procurando comunicar algo, de la mejor manera posible, pero no nos tomamos ni-si-quiera un minuto antes de poner en marcha nuestra voz para considerar al oyente.
Considerarlo no es mas ni menos que tratar de ponernos en sus zapatos, o mejor dicho, en sus oídos, para al menos así comprender cómo va a recibir ese mensaje que tanto anhelamos comunicar.

Pero no voy a escribir sobre métodos correctos de comunicación, simplemente voy a decir que nadie, bajo ninguna circunstancia, se detuvo a considerar si ese enano gordito de ojos grandes y redondos sabía si quiera de lo que le estaban hablando. "Lo último que se pierde es la esperanza" dijo una voz, y luego otra lo repitió, en la radio, en la tele, en los libros, cada vez que algo sucedía en casa, etc. Pero nadie consideró explicarme qué era la esperanza que todos se afanaban por perder al final.

Así, falto de conocimiento, tome el significado literal de aquella frase, y atesoré la esperanza con la convicción de que, en caso de perder todo a ella debería perderla al final.

Entonces pasaron los años y también comencé a repetir esa frase, porque si era importantes para tantos lo era también para mi. Así de la tierra fecunda en la mente de un niño, una frase que juega a ser semilla se vuelve un árbol fuerte que aunque no da frutos ni sombra , está ahí y hay que cuidarlo porque está en todos... Y así 25 años, tres meses y 11 horas.

10:45 horas en realidad, porque llevo unos 15' escribiendo.

Todo ese tiempo, todas esas repeticiones para descubrir hoy que esa "esperanza" que atesoro no es mas que un término vacío en el cual nunca me detuve a pensar.

Entonces, mientras se enfriaba mi café y el mozo preguntaba si necesito algo mas, cierro los ojos y hacia adentro veo que debo darle mi significado a esta palabra, pues no encontré ninguno con gustito a  real en ningún diccionario (gracias google).

Entonces observándome comprendo, mas o menos, que esperanza es esto. Es seguir sentado en este café, donde solíamos sentarnos todos los Martes, para besarnos y para que comieras algo antes de entrar a cursar. Es decir, no es otra cosa que esperar (esperanza del latín Spet, de aquel que espera) a que entres por esa puerta, me sonrías, le hagas al mozo la misma seña y te sientes del otro lado de la mesa solo para quejarte de que estamos muy lejos y así lograr que mueva mi silla junto a la tuya.

Han pasado 3 años ya, y eso es lo que me mantiene aquí todos los martes de 9 a 10 de la mañana, ese hasta  hoy incomprendido temor a perder la esperanza antes de tiempo.

Pero ahora, mientras pido la cuenta, bebo un sorbo de soda y guardo mi libro y me sonrío, entiendo que perderla no es en verdad tan terrible. Al menos en esto, perder la esperanza sería dejar de esperarte, lo que simplemente me llevaría a dormir una hora mas y a no llegar 15 minutos tarde al trabajo todos los martes. Para nada malo.

Pero no me reprocho, me tome mis 25 años entender que era la esperanza pero valió la pena, al menos ahora hay un espacio en mi jardín, donde antes había un viejo árbol, en el cual pueden crecer algunas flores, o no, eso lo sabré en la primavera.

Entonces pago la cuenta, guardo mi cuaderno y saludo desde la puerta al mozo, que me sonríe de una manera distinta. Seguramente él, que me conoce y te conoce (y nos conoció juntos) se alegra de que halla perdido la esperanza, aunque venda un café menos todos los martes, entonces si le sumo su sonrisa, esta perdida de esperanza se vuelve algo positivo.





"Lo último que se pierde es la esperanza"...

Tal vez si la perdiéramos antes sería mas simple, aunque para los dueños de los cafés no va  a ser un buen negocio.



1 comentario:

  1. yo también aprendí a perder la esperanza, y cómo todos, a modo de pruebas y errores, de choques contra paredes, de saltos al vacío, de dolor, tristeza, pero también perder esa esperanza me trajo alegrías, oportunidades, nuevas esperanzas... y como nos enseña el enlazador, darle muerte a lo viejo para que nazca lo nuevo, saludos!

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