Busca Otras Publicaciones

16 agosto, 2013

Cada día.

Cada día tiene sus propios sabores. El dulce y la manteca del desayuno no son las mismas cada mañana y ni hablar del mate que va adaptando su sabor, como por arte de magia, a cada mano amiga que lo ceba.

Cada día tiene sus propios aromas. A tierra mojada, a pasto recién cortado, las flores nuevas, o los escapes de los autos. No hay olores que se repitan, hasta los perfumes de las adolescentes en el colectivo cambian, se superponen, se mezclan, mas nunca se repiten, nunca.

Cada día cuenta, también, con sus propios colores. Los naranjas del amanecer en sus mil tonos distintos, las hojas del Carolino que son mas verdes, o mas largas, o mas finas, o mas secas, pero nunca iguales. La ropa que traigo puesta, el reflejo de las páginas del libro (cada día mas amarillas) en mis anteojos (cada día mas rayados).

Cada día, además, se mueve entre un sin fin de sonidos, acordes y notas (disonantes o no) que pese a cualquier intento, no quieren... no pueden repetirse, porque cada día tiene, por decirlo de alguna manera, su propio ritmo.

Así cada uno de mis días, desde el primer rayo de luz en mi ventana, hasta el último cigarrillo antes de dormir, tienen su particularidad, su gusto propio, ese algo que los hace únicos e irrepetibles, y en eso esta la magia de este viaje misterioso que llamamos vida, en cada detalle que día a día se repite, sin repetirse jamás.

Pero en toda regla, por sagrada que sea, hay excepciones... y ahí es donde entras tu, o al menos tu nombre, o al menos tus ojos (o mas bien la idea que mis ojos tienen de los tuyos).
Tu, te repites cada mañana, en cada taza de te, en cada página de libro y en cada nueva canción. De alguna manera te has vuelto la única constante, poderosamente eterna entre los gestos de mis días.
Como una ola suave, casi sin espuma, que viene y va, desapareciendo y volviendo a aparecer, como una presencia, siempre tu.

Tal vez soy yo quien genera ese espacio, esa falla en el cuasi perfecto cambio continuo de los días, quizás yo genero la grieta por la que te cuelas con tu permanencia para volver locos a todos mis sistemas.

Pero, porque existes como una excepción, y porque aún hago tiempo para preguntarme ciertas cosas entre mate y mate, me pregunto si la falla eres tu, es decir, este invariable recordarte cada día, o es el movimiento inconstante de mi mundo el que está en des-armonía con todo lo demás.

Si fuese así, entonces tal vez debería ponerle un alto a la vorágine de sensaciones que me transcurre de la mañana hasta la noche, (y a veces mas) para poder ver, en esa quietud, tal vez posible, todo de una manera constante, pero a la vez completamente distinta. Tal vez este rodar incesante de cambios encierra en si mismo una monotonía que no logro ver si no es a través de la imagen dulce de tus ojos. 

Sería interesante comprobarlo, parar el mundo... tal vez en ese entonces tus ojos me devolverían la mirada y cambiarían de forma, de color y de perfume las intuiciones que tengo de ti. Allí podría, si fuera posible, alcanzar un grado mayor de entendimiento de este algo que me une a ti a costa de todo, sin siquiera saber, hoy, donde diablos te encuentras.

Pero todo se mueve al rededor. Entonces tal vez ese que soy, y que te nombra como constante, está anclado en algún punto entre tu tiempo y mi espacio y allí, donde por valla a saber la Diosa que motivos, se encuentra atascado, el mundo que observo a ido a poner su centro.
Entonces tendría sentido que todo se moviera, salvo esta certeza de ti, porque estas en el centro de la rueda (hermoso arcano X) y ese centro aunque me pese reconocerlo, nunca se mueve.

Como sea, de una u otra forma, todo cobra mas sentido. Ya sea con tus ojos mirándose al fin con los míos, o con mi mundo girando a tu alrededor como si nada, yo seguiré sentado aquí, cebando mates distintos, o iguales, que para el caso da lo mismo siempre que sean amargos y el agua no esté demasiado caliente, y pensándote de alguna forma mas o menos simple, tal vez creándote, llamándote... no lo se, tal vez algún día, entre mate y mate puedas escuchar mi llamado, venir a mi encuentro... quién sabe, por ahí, después de mirarnos a los ojos por primera vez, caigamos en cuenta de que tanto el centro como la rueda se mueven y están quietos, solo depende de que tan lejos estemos el uno del otro y de que lugar en el mundo, elijamos, para vernos.










No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por dejar tu comentario!