Qué manera tienes, de enseñarme,
que nada puede ser mas importante
que tomar tu mano por un instante
y escucharte reír tan dulcemente.
Entre el ruido y las quejas de la gente,
tu nos das la paz como consejo
ya quisiera este escritor llegar a viejo
con la inmensa claridad que tu profesas.
Los santos y el Dios al que le rezas
llenan la sala de espera y los pasillos
y hay un coro de gorriones amarillos
cantando en la ventana de cuarto.
Y entre tanto dolor, Dios sabe cuanto,
tu nos mandas a comer y a descansar,
que manera tienes, de enseñarme,
que la vida, como todo, ha de pasar.
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